miércoles, 9 de marzo de 2022

ALDERDI EDER

 El nombre vasco de este parque significa «Paraje hermoso», que, como se ve, está muy bien puesto.

Cuando se derribaron las murallas, en 1863, el campo de «Errege soro», que así se llamaba entonces, sirvió provisionalmente para las maniobras militares hasta que, en 1875, el Ayuntamiento cedió al Ejército unos arenales pedregosos en el Antiguo, que luego serían la playa de Ondarreta, y además concedió al Gobierno otros dos edificios en la Plaza de Guipúzcoa, en 1881.

Y, siendo campo de maniobras, ya empezó a denominarse este espacio como «Alderdi-eder». Por ello, el Ayuntamiento no hizo sino dar oficialidad a este nombre cuando, el 28 de mayo de 1879, acordó poner tal nombre al parque que se iba a crear en la explanada comprada al Estado. Allí se montó un veló. dromo y sería el solar para los circos y las ferias. Unos años más tarde, en febrero de 1886 y entre las calles de Urbieta, Miramar, Avenida y entrada al Paseo de la Concha se colocó una pilastra sobre la que luego se habría de colocar un reloj de cuatro esferas con el horario de Madrid, Paris, Londres y San Sebastián, como los cuatro grandes de la hora.

Aquel parque se convirtió con frecuencia en centro de ceremonias y de festejos. En él existía una fuente luminosa, que el público, con sus burlas, obligó a desmontarla (23), un gra. cioso montículo al que pomposamente se llamó «el Monte Ruso», con su arbolado, cuevas y senderos que eran, a la vez que el siempre buscado comedero de los franceses, el paraiso de los niños donostiarras y el cobijo de los novios. Pero, en diciembre de 1910, acordó el Ayuntamiento la reforma del parque, que implicaba la desaparición del Monte Ruso, sin que una sola voz se alzara en su defensa, aunque eso no impidió que, al año, un literato se lamentara:

« Monte Ruso, tu vida fue efímera... Intima fue tu historia, Aguantabas en noches de invierno el embate horrible de los elementos desencadenados, del mar rencoroso, de la lluvia azotadora... En mañanas apacibles de invierno, en cambio, amparabas en tu balcón soleado a los pobres viejecitos que, ateridos de frío, a tí acudían a lograr la limosna de un poquito de sol. En noches calladas de junio, amparaste los amores dulces».

Si Castelar dijo, refiriéndose a este Monte, que los donostiarras, en cuanto tenían a la vista un trozo de horizonte se apresuraban a taparlo, cuando decidieron eliminarlo, se quejaron al Ayuntamiento algunos vecinos de la calle de Hernani, alegando que aquel Monte Ruso los protegia contra los ventarrones del mar. Es verdad que tuvo poca vida, pero dio mucho que hablar.

Quizá por compensación se instaló luego (11-VII-1911) en el parque el grupo escultórico de los «Leones», que se esculpió en Italia para este preciso capricho ornamental, como el de las «Bailarinas», al día siguiente, que luego pasaría al Bulevar.

Con motivo del III Centenario de la publicación del Quijote, en 1905, se acordó dedicar a Cervantes su actual plaza, aunque el aprendiz de monumento o «pisapapeles» tardaría en ponerse casi setenta años. Es de esperar que siga la misma suerte de la fuente luminosa, del Monte Ruso y del Monumento del Centenario.

Aquel Monumento se erigió, el 1 de septiembre de 1913, en conmemoración del centenario del incendio y resurgimiento de nuestra ciudad. Fue obra de los arquitectos Javier Luque y Julián Apraiz, con figuras talladas por Piqué y que costo 225.000 pesetas (24). Su basamento era de forma triangular, reflejando tres hechos importantes en los tres chaflanes: un episodio bélico, la desolación del saqueo y la reunión de Zubieta. Contaba con cuatro guirnaldas con las fechas del incendio, del acuerdo de Zubieta, cuando Fernando VII colocó la primera piedra de la nueva Casa Consistorial y la del derribo de las murallas. En la base, la escultura de doña María Cristina, acompañada de dos leones, la fortaleza y la hidalguía. Y, en lo alto, una cuádriga de bronce, sobre la que marchaba hacia el Cantábrico la fama de San Sebastián, con sus alas desplegadas. El oro que revistía al grupo lo hacía reververar hasta Ondarreta. En su inauguración, con asistencia de Alfonso XIII, el Orfeón extrenó el Himno del Centenario, original de José María Usandizaga.

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(23) Su espacio lo ocupó después el Monumento del Centenario y hoy es un círculo florido con una palmera en su centro. El Monte Ruso se suprimió en enero de 1911.
(24) 100.000 pesetas se recaudaron entre el vecindario.

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