Muy cerca del puente se encontraban, como ya ha quedado dicho, la mansión de Gros y una fábrica de puntas de París. A la derecha, casi oculta por la vía, se divisaba apenas la fachada de la Casa de la Misericordia (hoy depósito municipal). Luego, camino adelante, se topaba el paseante con el barrio del Chofre, en el que se levantaban la fábrica de chocolate de Mi. guel Iribas —movida ya a vapor, la litografía de Jornet, una fábrica de destilación de petróleo, otra de fundición de hierro, los lavaderos, etc. Un poco más adelante despedía humos la fábrica de cerveza de Benito Kutz, a poca distancia se construían los Campos Elíseos y, en frente, habían surgido ya las primeras villas.
Pues bien, precisamente al lado opuesto, corría a todo lo largo de la carretera, contiguo y paralelo, el Paseo de Ategorrieta, poblado también de hermosos árboles y con cómodos asientos. Una pequeña fuente aguardaba al caminante en me. dio del paseo. En su derredor eran muchos los caseríos y villas. El nombre aquel le venía al paseo, porque la mayor parte de las puertas y ventanas de sus casas estaban pintadas alegremente de rojo.
Una guía de 1880 lo describía así:
«Este paseo sigue siendo el predilecto del vecindario, no tan sólo por su pintoresco paisaje, sino porque es un punto muy abrigado durante el invierno, (por la proximidad del monte Ulía)».
A mitad del recorrido del paseo estaba la venta Bere-calte, en cuya cercanía existían, mediado el siglo pasado, otras diez casas: Mandomene (o Vandoma), Sastrene, Martillum, Gorraene, Baderas (25), Baderas-tolare (26), Ituendegui, Echeluce (27), Echechun (28) y Villavista, a las que luego se añadieron Guruceta (o Echeberri), que después se convertiría en el trinquete de Arzac, Gorraene-chiqui y Machiñene (o Enriquene y Eltzegilleta). El caserío Ituendegui (29) fue el primitivamente designado con el posterior apelativo general de «Ategorrieta» o «Puertas Coloradas», por el color de sus puertas y por ocurrencia de los obreros que trabajaron en la construcción de la carretera que uniría el Antiguo con Miracruz, en 1847.
De aquellos paseantes, tan amantes de respirar aire puro, había algunos que, al regreso, caían en la tentación de beber una jarra de cerveza en los bonitos jardines de Kutz. Por una jarra grande se pagaban 75 céntimos y por la pequeña 40, pero con de recho a jugar a «la rana». Para los abstemios y circunspectos estaba la Fuente de la Campana (30), llamada así por la forma de su recipiente y que era donde se iniciaba el PASEO DE LOS CURAS, o camino antiguo de Herrera, escondido tras una hilera de bonitas casitas, que resultaba un lugar más sombreado y tranquilo aún, como suele corresponder en todo sitio a los paseos así denominados. Pero aquel paseo clerical terminaba, se. guramente que con gran escándalo de los abates, en una pequeña plazoleta (31), en donde el demonio organizaba en los días festivos un nutrido baile con los «Ategorrietako tamborileruak», como decía una canción y que venían a ser los «Rolling Stones» de la época. Y razón tenían los clérigos para fruncir su ceño, pues menudeaban las broncas entre militares y paisanos por culpa de los bailes (mejor, de las que bailaban) y fue preciso suprimirlos.
No nos consta que fuera la circunstancia anteriormente anotada la causa o la ocasión, pero lo que sucedió fue que, para 1871, según Manterola, aquel paseo estaba ya «relegado casi por completo al olvido, apenas si se ve en él alguna gente fuera de las tardes de julio y agosto, en las que descansa en sus espaciosos bancos la gente que vuelve del paseo largo, a su regreso para la Zurriola».
A medida que las edificaciones fueron invadiendo Ategorrieta, la billera de la primera venta se tuvo que alejar hasta el final de la cuesta, hasta Viñagres (32), en donde se hizo cargo de ella Joshé Beñardo Arzac.
Al arquitecto Barrio se le encargó en 1880 un proyecto para hacer de aquel paseo una gran alameda, pero a los cinco años abandonó aquella idea el Ayuntamiento por resultarle muy cara la obra (casi medio millón de pesetas de entonces).
Por julio de 1900 comenzaron a construirse las villas de Ategorrieta, destacando por su buen gusto la de Gaytán de Ayala (33).
En cuanto al nombre de Miracruz escribió mosén Jacinto Verdaguer, que pocos saben que estuvo convaleciendo en el Colegio de la Asunción:
a ¿De dónde le viene a este soñado paisaje, coronado de verdores intensos, de vagas nieblas, de humedades recónditas y fecundas de intensa poesía, el nombre místico de Mira-Cruz?
Antaño, por allí pasaba el camino real de Pasajes y Francia..., y por él discurrían los romeros del Santo Cristo de Lezo... y, antes de perderlo de vista, se volvían a darle religiosa despedida, rezando un Credo que en el mismo lugar rezaban también los peregrinos que allá encaminaban sus pasos. Además no eran sólo los devotos del Santo Cristo de Lezo, que algunos tenía también y tendría aún, si no lo hubiesen quitado, el del Castillo de San Sebastián (34)».
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(25) Gorraene y Baderas sirvieron, 1813, como Beneficiencia y dieron origen a la célebre «Westminster Square» donostiarra.
(26) Las tres Baderas y la venta Bere-calte se convirtieron en el actual Colegio de Notre Dame.
(27) Donde estuvo la caseta de carabineros.
(28) Fue el punto donde se levantó luego el convento de las Salesas.
(29) Machiñene e Ituendegui dieron origen al convento de los Angeles Custodios.
(30) Estaba sombreada por una docena de viejos plátanos y olmos, donde hoy se levanta el surtidor de gasolina de Jai-alai. (31) Verdadero punto original de Ategorrieta, donde las futuras cocheras.
(32) Se llamó así, porque sus émulos le calumniaron con que vinos eran aviñagres» y Arzac, lejos de amilanarse, aceptó el apelativo como nombre de guerra.
(33) Recuerda José María Donosty que, «a fines del próximo pasado siglo y principios del presente, el paseo de Ategorrieta era de una infima y modesta extensión. Nacía en la Fuente de la Campana (la gasolinera actual aproximadamente) y se extendía hasta topar, allá al fondo, pasadas las cocheras del tranvía, con la puerta colorada... Todo aquello... y gran parte del propiamente llamado paseo de Ategorrieta ha desaparecido apropiado por un determinado número de villas, que han incorporado a sus respectivas propiedades el paseo antaño del procomún municipal. Estas villas se llaman «Cedicho-enea», «San Medel», «María-enea» y «Alorenea» para terminar en... «Atari». A partir de este último se restablece el antiguo paseo hasta la famosa puerta, que no obstante el tiempo transcurrido sigue pintada de colorado.
A la entrada de este antiguo y genuino paseo de Ategorrieta, o sea, en torno a la Fuente de la Campana desaparecida, subsiste aún el que considero –escribe Donosty, más vetusto lote de próceres árboles donostiarras, olmos y plátanos corpulentos». (La Hoja del Lunes, 19.V.1975).
(34) Información recibida de don Daniel Arrate, capellán que fue del Colegio.